lunes, 27 de enero de 2014

Siento, tengo corazón.

"¿Dónde crees que vas
muchacha de ojos tristes?"
Me dijo mi conciencia susurrante.

"Deja de intentar aparentar que tu metro sesenta
no es más que medio metro.
Al contrario de lo que crees,
las batallas perdidas no te hacen más pequeña.

Deja de pintarte la sonrisa falsa
cada mañana frente al espejo,
porque tus ojos te delatan
y, aunque no lo creas,
las heridas que intentas taparte
con tiritas de "estoy bien" mal puestas
no son nada de lo que avergonzarte.

¿Dónde crees que vas
escribiendo cada noche
en la arrugada servilleta
de cualquier bar
que no necesitas cariño?
Cuando tú,
y yo,
y todos,
sabemos que necesitas desesperadamente
que te rompan la coraza
tan fuerte y tan duro
como te han roto el corazón?"
Me susurró directamente y sin rodeos
como mil alfileres clavándose
tan directa al ventrículo derecho.

"A veces no te reconozco,
pero leo en tu apagada mirada
necesitoquemequieranporqueyonoséhacerlo,
y en tu sonrisa forzada
noquieroquereranadieyquieroatodos,
Sé que has luchado tanto contra él
que te has acabando hiriendo a ti misma,
y que sigues intentado esconderlo
detrás de ese pintalabios rojo-orgullo,
pero recuerda que escondernos del mundo
no es la solución a nuestra desesperanza.

Deja de fingir que estás bien,
Pero, levanta la cabeza.
Has luchado.
Has perdido, sí.
Pero has amado,
y eso es lo importante,
aunque no lo creas:
amar es ser vulnerable,
es abrir nuestra alma,
es confiar aunque salga mal,
es ver que apostamos al cien por cien
aunque al final perdamos la apuesta.
Pero eso, eso es sentir,
y eso nos hace tener corazón.

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