miércoles, 23 de abril de 2014

3 años y todo sigue igual

Viendo Velvet me he vuelto a sentir como hace tres años, esas lágrimas dolorosas que caen por mis mejillas recordando lo traicionada que me sentí. Como duele ver que tras apostar todo por una carta, por una persona que creías que nunca te fallaría, sí lo hace, y te quedas solo y desamparado. Te sientes en cierta medida culpable, responsable de tu vulnerabilidad, y en cierta medida de la situación.  Es un dolor distinto, sabe a traición, empalaga tus sentidos como una droga que te hace soñar en otra realidad creyendo que no es verdad, que no puede serlo. Sin embargo, sí lo es.
 Te quiebra en mil pedazos mientras lágrimas caen sin razón aparente. Lloras por lo que no fue y pudo haber sido, y por lo que fue y no volverá, pero también por lo que fue y no debió haber sido. 
Y lo único que deseas es borrarlo, enterrarlo tan profundo en tu corazón para no volver a sentirlo. Te intentas aislar del mundo para intentar ganarle la batalla, pero el muy cobarde lucha por salir a flote, no desaparece no, se va alimentado de traiciones y fracasos, a la vez que reclama más espacio dentro de ti. No hay consuelo, está claro que no te destruye, que hay peores sentimientos, pero sí te hace mucho daño. Y sigue nadando cada día para salir a la superficie mientras tú lo cargas con piedras de olvido intentando mandarlo al fondo. Pero bucea, se alimenta de una mínima esperanza a la que pueda agarrarse y vuelve a salir. No lo das vencido, cuando crees que está llegando a lo más profundo, vuelve a asomar sus resbaladizos tentáculos que van produciendo grietas en tu coraza. 
Y así una y otra vez. Y otra. Y otra más. Y una eterna penúltima vez. pero al fin y al cabo, otra vez más.
El tiempo ayuda, o crees que ayuda, pero no cura.
Tres años después, el sabor de la traición sigue palpitando.


No hay comentarios:

Publicar un comentario