jueves, 25 de septiembre de 2014

¡Llorar!

A veces llorar es bueno. Nos permite sacar emociones que llevamos dentro y que no podemos expresar en palabras, simplemente nos permite sentirnos libres.
Cuesta dejar salir la primera lágrima, pero luego es un no parar. Afloran recuerdos, sensaciones, palabras....todo aquello que nos hizo felices o también desgraciados. Liberamos aquello que día a día vamos reprimiendo, todos esos sentimientos que pujan por salir pero a los que no se lo permitimos.
Creemos que nos hace sentir vulnerables, pero no, llorar no es de cobardes, es de valientes. No es fácil dejar caer esas lágrimas saladas cuando nos estamos lamiendo nuestras heridas, no es fácil permitir que alguien nos abrace mientras lloramos, nos sentimos vulnerables, y eso no nos gusta. Pero no hay mejor consuelo que un abrazo lleno de cariño, de consuelo, de amor, de sentimientos verdaderos.
Más triste es cuando lloramos solos, lloramos de tristeza, de añoranza, de melancolía...cada lágrima que va saliendo nos va destrozando un poco más, nos hace rememorar sentimientos anclados en el pasado, recuerdos que nos nos permiten cerrar etapas. Lloramos al recordar personas que ya no están, lloramos al saber que hay cosas que no podremos vivir ni compartir con ellas, lloramos al sentir su olor, al acostarnos en su cama, al tocar su ropa....simplemente lloramos cuando su imagen aflora en nuestra mente y en nuestro corazón. Pero quizás nos ayude llorar, nos ayuda a tomar conciencia de la crudeza del presente, de afrontar lo que nos depara el futuro, en fin, del realismo de la vida. 
A mí me cuesta llorar, pero una vez que las lágrimas salen, me siento mejor, igual vacía, pero viva. No me gusta llorar, no me gusta sentirme vulnerable, pero sé que es necesario y que nos permite aceptar lo que tenemos ante nuestros ojos y nos empeñamos en no ver. 
Lágrimas corriendo por mis mejillas no significan que soy débil, sino que soy fuerte por permitirme llorar y seguir adelante. 

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